¿QUÉ ES EL YO? (IIª parte)

La mayoría, por no decir todos, sabemos que dentro de nosotros existe una especie de vacío. Todos sentimos una sensación de dolor, de inseguridad y sufrimiento que pocos aceptamos y somos consciente de ello. En ocasiones, realizando actividades, nos olvidamos de este sentimiento abrumador y utilizamos esto como vía de escape. Este escape se convierte en nuestra única salida a un problema que comparte en la humanidad y no sabemos gestionar, y como pasa con todos los miedos, si no se les escucha, se acrecientan y se hacen más y más fuertes.

No es de extrañar que en las sociedades actuales se busque la sensación, sentir cada vez más. Aumenta así el amplio abanico de posibilidades de entretenimiento: música, cine, teatro, comida, sexo, televisión, juegos, drogas o alcohol, relaciones enfermizas, etc... Y en el momento se termina o incluso antes de terminar cierta actividad, ya estamos pensando en la siguiente, se convierte en una especie de "necesidad" vital que no podemos dejar de hacer. Y si nos cansamos de esta, buscamos otra rápidamente. No podemos aburrirnos porque en el momento que nos aburrimos, estamos dejando paso a que nuestra mente saque de nuestro interior ese dolor del que escapamos y que mantenemos enterrado a la fuerza.

Si profundizamos un poco en el tema, vemos que todo esto es una huida siempre hacia delante de un problema sin resolver y sin entender. De un pequeño y originario defecto de nuestra condición humana y que con los años va aumentando cada vez más y más hasta que morimos. 

¿Qué es el yo? ¿qué somos nosotros?

La respuesta rápida es el nombre- Yo soy Raúl-. Pero Eso es solo una palabra. No significa nada y un cambio de nombre no me hubiera supuesto cambio alguno. Pero aunque esto es evidente, lo pongo en primer lugar para destacar que yo me identifico con ese nombre. Y si por ejemplo alguien dijera que ese es un nombre bastante feo, probablemente no me sentaría bien. Al identificarme con ese nombre, estoy trasladando mi seguridad psicológica a esa palabra. 

¿Si no soy el nombre, qué soy?

Puedo decir que soy un cristiano o un judío, o incluso que pertenezco a un país u a otro. Pero el proceso no es diferente. Las diferencias entre una persona de un país y otra de otro (o religión) son superficiales, interiormente somos iguales. Realmente somos hermanos. Pero nos hemos identificado con esta religión o país porque nos crean cierta seguridad psicológica y esto nos aísla y separa de las personas de otros países y otras religiones. Y si yo fuera cristiano y un judío agraviara mi religión, probablemente volvería a sentirme ofendido (el orígen de las guerras religiosas). De hecho, tanto las religiones como las nacionalidades son solo de interés privado para las élites gobernantes... pero eso es otro tema.

Seguimos investigando...




Es posible que si pensamos un poco más, lleguemos a la conclusión de que nosotros somos nuestra forma de actuar y comportarse, que eso nos hace únicos. En este caso nos identificamos con nuestro carácter. Es cierto que reaccionamos diferentes unos de otros. Pero en primer estado, esto se debe a procesos subconscientes tan rápidos que escapan a nuestra conciencia, y nada más. Y estos procesos subconscientes responden a experiencias vividas anteriormente. Si tomamos el experimento del "Perro de Pavlov" ¿Podría decir el perro de Pavlov que él era un perro que salivaba con el ruido de la campanita?. Al igual que yo podría decir que soy el chico que tubo un accidente con la bici cuando era pequeño
(Siguiendo con el ejemplo de Pavlov). Lo que sucede es que el perro de Pavlov tomar esa experiencia para diferenciarse de los demás perros, se identifica con ella y la hace suya. Pero la pregunta es ¿Entonces, no existía este perro antes del estímulo? ¿Si no hubiera protagonizado el experimento de Pavlov, no habría existido? La respuesta es que sí habría existido.

Al igual que el perro se identifica con esa experiencia y llamarse a sí mismo "el de Pavlov", nosotros nos identificamos con nuestras experiencias y las clasificamos en buenas y malas. Entonces decimos que nosotros somos de tal o cual manera según esas experiencias y las reacciones que provocan. Pero hay que tener en cuenta que esas experiencias que nos crean ideas, no existen en el momento presente, no están ahora... pero nosotros sí. Esto no quiere decir que no existan en nuestra memoria, sino que ahora no existen excepto como ideas. De hecho, en nuestra memoria hay experiencias, pero también existen recuerdos de cuentos, películas o historias, (igual que existen recuerdos de nuestras experiencias) y eso no quiere decir que estas existan. Solo le daremos la importancia si reaccionamos a ellas.

Entonces, ¿qué somos?

Nuestros nombre no somos nosotros, nuestras creencias o nacionalidades no somos nosotros, ni nuestras experiencias y carácter somos nosotros. No son reales, lo único real es nuestro proceso de identificación, pero esto no es nuestro solo. Este proceso lo compartimos todos los humanos e incluso, en menor intensidad, hasta los animales superiores. Todos nos identificamos y todos nos sentimos agraviados si alguien no alaba aquello que sirve de idea de identificación.

Si este proceso no es propio, y es común a todos, ¿no deberíamos abordar el problema como algo colectivo? 

¿Qué nos dice la ciencia.?

La ciencia, con el método científico, se queda sin palabras a la hora de buscarnos. Muchos científicos buscan la conciencia como el origen de nuestra esencia, como si estuviera en un grupo de células aun no descubiertas. Un científico cojerá un microescopio y si analiza el cerebro solo verá tejidos blandos y si aumenta la visión más, células. Si sigue indagando y ampliando la capacidad del microscopio, puede que vea átomos, y si se mete dentro de ellos solo verá cargas energéticas revoloteando entre ellas a grandes distancias, tan alejadas unas de otras como lo está el Sol de la Tierra (a escala). Y entre todo ello, un enorme vacío, un enorme vacío que no acaban de entender.

¿En la filosofía oriental?

Miles de años de que la ciencia actual descubriera que gran parte de nosotros está compuesto por nada, los antiguos budistas, taoístas, maestros Zen y otros sabios Hindúes, se dieron cuenta que nosotros no somo nada. Que no existimos excepto en que el pensamiento nos crea una imagen con la que se identifica y que esta imagen está compuesta por mi nombre, mi origen, mis experiencias, mis ideas y mis conclusiones. Y como ya hemos visto, esto no existe realmente ahora, pero sí nosotros. Pero como nos dan cierta seguridad o placer, nos identificamos con ellas, vamos componiendo esa imagen de nosotros mimos... pero como ya he dicho, no somos nada.


¿Esto es bueno o malo?

Antes de que alguien se desespere al ver que todo aquello con lo que se identifica no es nada, excepto ideas y recuerdos (reacciones físicas y químicas), debemos ser realistas. No somos, pero estamos vivos. No nos hemos creado a nosotros mismos. Pero eso no dice que no podamos disfrutar del atardecer, del aire fresco matutino, de un buen descanso, de la luna, de un río libre de agua claras, de las hojas de los árboles moviéndose mecidas por el viento. Podemos disfrutar de ver a un ser querido feliz, de ver a un desconocido reír... Si dejamos de identificarnos con todos nuestro recuerdos, si dejamos de identificarnos con nuestro nombre, nuestro país o la experiencia con sus consiguientes ideas, si hacemos eso, seremos todo. De hecho, no solo es que nosotros seamos todo, sino que todo es también nosotros.  


Como dice Krishnamurti : Sea nada y entonces viva.

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